29.11.10

The story repeats itself?


Es terrible comparar, yo sé. Sin embargo, no lo puedo evitar. ¿Por qué? Porque hay situaciones que me remontan a sensaciones que no me gustan. O sea, ya de por sí, que sea de la misma ciudad es un garrón. Volver ahí fue heavy metal para mí, no sé... soy muy "nostalguiera"... Creo que siempre pensé que había una sola "mitad" para cada persona y como demostré que esa hipótesis era una mentira absoluta, volver es recordar que eso que tuve no lo tengo más.


Ok. Tenés algo mejor -me autocontesto-, pero es raro.


Ponele que vienieron los amigos, ¿no? ¿Por qué me tengo que aislar como si él estuviera en otro país? Eso me hace acordar al otro que me hacía lo mismo. A ver, ya que se vaya siempre me da una sensación de abandono total, de inseguridad pura, porque me hace acordar a que el otro hacía lo mismo y mirá cómo terminó todo. Igual, por otro lado, entiendo que bueno, vienen una vez cada mil años y ni da que te hagas un ratito para tomar unos mates conmigo, si total yo te "tengo" el resto del tiempo.


Agregale a esto, la crisis interna que estoy teniendo.


La realidad es que me asusta. Me asustan estas similitudes. Y es una mierda.

23.11.10

La batalla cultural del español

El inglés, las nuevas tecnologías y las variaciones regionales son las presiones que soporta el idioma, que no se detiene: en EE.UU. los hispanos desplazaron a los afroamericanos y ya son la primera minoría étnica.


Por: Eduardo Villar.


"Una mancha lingüística en expansión, una lengua de migración y mestizaje". Esas son las palabras que eligió el escritor mexicano Carlos Fuentes para definir la lengua española. Esa mancha, formada por unos 400 millones de personas, admite una paradoja: crece y al mismo tiempo está en crisis. Hay un desafío y una batalla. El mapa en el que pelea por un lugar es el de un mundo globalizado donde el inglés, la lengua del imperio, es casi omnipresente. Hace poco se conocieron dos datos que dieron muchísima actualidad a la discusión sobre la situación del español en el mundo: el inglés y el español son las únicas lenguas en expansión y los hispanos se convirtieron en la primera minoría étnica de los Estados Unidos, desplazando a los afroamericanos. Son una nación dentro de una nación: 37 millones de personas —equivalentes a la población argentina—, que representan casi el 13 por ciento de los habitantes de Estados Unidos.
El español, rasgo central de la identidad cultural de los hispanoamericanos, soportará en los próximos años tres clases de presión. La primera es la inmersión en Internet y las nuevas tecnologías de la información, cuyos centros de desarrollo no son precisamente España ni Latinoamérica; la segunda, una difícil tensión entre el español de todos y el español de cada país, es decir, la necesidad de mantener la unidad sin perder la diversidad; la tercera, la fricción y el intercambio con el inglés.
La lengua es parte de la cultura. Además de servir para comunicarse, expresa una identidad cultural, y es un modo de pensar y de construir sentido. No parece casual que Fuentes haya comparado al español con una mancha, cuando el lema de la Real Academia Española, afortunadamente en desuso, parece la mala publicidad de un detergente: "Limpia, fija y da esplendor".
A veces uno puede elegir cuidadosamente las palabras. Bill Gates, por ejemplo, eligió la palabra Word para bautizar su procesador de palabras, que hoy es prácticamente el único que puede usarse para escribir un texto en una computadora. Dice al respecto Carlos Tomassino, director de Ingeniería de Sistemas de la Universidad Tecnológica Nacional de Buenos Aires: "El que genera el software generalmente es un angloparlante, ése es el problema". Si hay algún terreno donde el español está perdiendo feamente, es en Internet, donde el inglés es casi una dictadura. "Hay una sociedad de países nucleados en la Sociedad de la Información, una entidad paragubernamental, donde el español es una lengua prácticamente inexistente, lo que equivale a la exclusión de 400 millones de hispanoparlantes —dice Tomassino—. Se usa el inglés y el francés y en menor medida, el alemán, que son las lenguas de los países donde se generan la mayoría de los contenidos de Internet. La clave, en el ciberespacio, son los contenidos". La dirección electrónica de la "Comunidad eñe", un grupo de entidades que representan a países de habla hispana en la red, parece un chiste trágico sobre la debilidad de la lengua española en Internet: www.comunidadene.com (así, sin ñ).
Tomassino, que preside la Fundación para el Desarrollo del Conocimiento (Fundesco), integrante de esa comunidad, habla con amargura de esa realidad del español en la informática. "Tenemos suerte de que haya un mercado de teclados para los hispanoparlantes, que somos muchos, y por eso les interesamos. Pero ya hace mucho, desde la época de las máquinas de escribir, que nos acostumbramos a lo que yo llamo el qwertyismo, (la primera línea del teclado es qwertyuiop) que es la disposición de las letras del teclado pensada por y para angloparlantes. Nos hemos adaptado a esa disposición y ese ordenamiento del teclado. Es algo que nos ha penetrado de una manera increíble, cuando nuestras manos escribirían mucho más rápidamente con otra disposición". Nueve de cada diez hispanoparlantes son latinoamericanos. Los españoles son menos del diez por ciento. A la Real Academia Española no se le pasa por alto que la mayor vitalidad y el futuro de la lengua está en América y, por lo tanto, en los últimos años ha decidido abandonar la actitud de entidad normativa y rectora del idioma que todavía le adjudica el imaginario colectivo de los hablantes de español.
Españoles hay muchos
La imagen que busca ahora la Real Academia es mucho más horizontal y democrática. Quiere ser, casi, una más entre las academias nacionales de Hispanoamérica. De este lado del Atlántico, son muchos los escépticos y suspicaces respecto de la claridad de esas intenciones, pero lo cierto es que el director de la Real Academia, Víctor García de la Concha, ha viajado por lo menos 30 veces a América latina y visitó en 19 ocasiones las academias hispanoamericanas, la filipina y la estadounidense. El objetivo explícito es desarrollar una política panhispánica donde las academias trabajen por el español de todos y, al mismo tiempo, por el que se habla en su país. Mantener esa tensión entre un español que sigan sintiendo como propio 400 millones de hablantes y los más de veinte que se hablan en cada país —coinciden los especialistas— es el mayor desafío que enfrenta la lengua de Cervantes. En tren de demostrar que sus intenciones no se quedan en anuncios, la Academia publicará el año próximo el diccionario panhispánico de dudas y una Nueva Gramática de la Lengua Española, con expectativas de igualar las ventas del diccionario editado en 2001, que superaron los 750.000 ejemplares. De ese total, medio millón se vendió en Iberoamérica.
La Real Academia Española tiene un lugar en la larga lista de víctimas de la ironía certera de Jorge Luis Borges. El escritor solía decir que la Academia servía sólo para que su diccionario incorporara, de vez en cuando, el nombre de algún yuyo. Pero los tiempos han cambiado. Hoy el diccionario tiene el propósito de acopiar la diversidad lingüística hispánica, de modo que se está incorporando cantidad de americanismos. En ese trabajo tienen un papel central las academias nacionales, que deciden cuáles son las palabras más divulgadas en cada uno de los países y que merecen incluirse en un diccionario que represente a todos. De la misma forma, el diccionario panhispánico de dudas recoge problemas lingüísticos que se presentan en toda el área hispanohablante y a los que, por consenso, se intenta dar una respuesta. El objetivo es enfrentar el gran problema que tiene hoy el español: cómo mantener su unidad interna."Ahora hay una relación más interactiva de la Real Academia con las academias nacionales, pero yo creo que se trata, sobre todo, de una cuestión de mercado y que los españoles están dispuestos a imponerse en el mercado. Ahora España es un gran vendedor de libros, y un gran traductor como antes lo fue la Argentina". Quien lo dice es Alejandro Raiter, profesor de Sociolingüística y Psicolingüística y director de tesis de postgrado en la UBA. Más allá de las intenciones comerciales que pueda tener España, Raiter considera que hay que acompañar a la Real Academia en su política panhispánica. "Si no —explica—, vamos a empezar a pelearnos entre nosotros, los países latinoamericanos. Ahora todos decimos que la Real Academia no nos respeta lo suficiente, pero todos estamos de acuerdo con eso. En cambio, el día que tengamos que decidir entre el tú y el vos, va a ser un lío. Hay una tensión muy delicada entre la unidad y la diversidad". La enorme mayoría de los especialistas coincide con ese diagnóstico sobre cuál es el mayor riesgo que corre el español en el mundo. "Veinte países en un área lingüística inmensa —dice José Luis Moure, profesor de Historia de la Lengua (UBA), Investigador del CONICET y miembro de número de la Academia Argentina de Letras— implica una enorme dificultad para mantener la unidad. El reto es cómo hacer para que esto sea posible sin que todo intento de unidad sea visto como una forma de centralización. La única manera es que exista realmente un consenso de todas las naciones, según el cual convenga pertenecer a un dominio cultural común. Para esto, las naciones tienen que estar convencidas de que ese dominio cultural debe ser mantenido".
Palabras prestadas
Sin duda el escritor que más contribuyó a difundir en todo el mundo el imaginario social y cultural latinoamericano es el Nobel colombiano, Gabriel García Márquez. Sólo de su novela Cien años de soledad se vendieron unos 30 millones de ejemplares. Hace meses García Márquez dio otra sorpresa con su libro más reciente, Vivir para contarla: en pocos días vendió en Estados Unidos 50.000 ejemplares en español, obligando a editores y libreros estadounidenses a tomar muy en serio al mercado de libros en español. En realidad, los 37 millones de hispanos que viven en EE.UU. son, además de un enorme mercado de unos 270.000 millones de dólares anuales, una marca cultural profunda en el escenario estadounidense. Para algunos, la contracara de ese fenómeno es la invasión de anglicismos debidos a la velocidad con que aparecen nuevos términos en inglés que no tienen traducción al español. Según José Luis Moure, los anglicismos no son un problema grave. "Cuando se habla de los peligros del idioma —dice— inmediatamente se piensa en los anglicismos. Pero no hay lenguas puras, se construyen con incorporaciones permanentes de otros componentes léxicos. Qué sería de nuestro español sin los arabismos. Los galicismos en algún momento también fueron aterradores". Moure explica que, en buena medida, el fenómeno depende de necesidades técnicas concretas, de la falta de palabras específicas en nuestro idioma para nombrar cuestiones de la computación o la ciencia. Y agrega: "Si a esto se suma la incorporación de anglicismos por parte de los jóvenes, más permeables a las modas y a lo que imponen los medios, es muy difícil ponerle coto de manera consensuada entre todos los países de América. Pero yo creo que van a quedar las palabras que deban quedar y las demás van a desaparecer, como ha sucedido siempre". Alejandro Raiter coincide con este punto de vista: "Es cierto que hay mucho inglés en el español de hoy, pero no me preocupa. Esto en lingüística se llama 'préstamo'. Se toma prestada la palabra delivery, living o computadora (de computer). Pero en la medida en que, como computadora, pase a ser propiedad del español, o sea que entra en la morfología de nuestra lengua, no se lo vamos a devolver y va a ser español. Hoy se usa mucho 'faxear' por enviar un fax y probablemente en el futuro tengamos el verbo en el español, de la misma manera que hoy tenemos hamburguesa".
Los estudiosos también coinciden en que los idiomas no se degradan: cambian. Y recuerdan que si no fuera así, estaríamos hablando latín y no español, francés, italiano o rumano. Hay una diferencia importante, explica Moure, entre lengua escrita y hablada. "La gente habla perfectamente —dice— en la medida en que se haga entender, que es una de las funciones de la lengua. Pero hay una forma escrita, que tiene reglas necesarias para hacer de ella una lengua de cultura. Tiene que ser estructurada, con una gramática fija que permita el desarrollo científico, la ordenación y la exposición de las ideas. Es un código escrito, normativo, que debe ser respetado porque, si cada uno juega sus propias normas, el código se deshace y se acabó".
Lo que está en juego es, ni más ni menos, una lengua común que nos representa y nos da identidad frente al resto del mundo. Esa lengua, la nuestra, es uno de las poquísimos elementos de integración y de identidad real que tenemos. "Aunque de maneras diferentes —dice Moure—, todos hablamos este idioma. Y lo escribimos igual, nos permite comunicarnos en arte y en cultura, nos permite intercambiar universitarios, leer a Quevedo, a Borges, a Vargas Llosa o a Camilo José Cela. Es un prodigio. Una lengua que después de 500 años todavía sigue siendo legible. Es una maravilla".
Para Raiter, el español va a seguir cambiando, y habrá que hacer un esfuerzo grande en América latina para mantener la unidad lingüística. "La lengua va a cambiar siempre. Pero vamos a mantener nuestro español argentino —dice—, creo que estamos realmente muy lejos de perderlo. En el proceso, va a haber muchos neologismos y quizá vaya a haber también muchas palabras que entren en desuso, e incorporaremos, sí, muchas palabras en inglés". En otro momento, explica, pasó algo parecido con el francés. Pero ahora nos preocupa más porque sabemos que estamos en crisis y lo lingüístico es una de esas expresiones.

9.11.10

El joven rey Arturo fue sorprendido y apresado por el monarca del reino vecino mientras cazaba furtivamente en sus bosques. El rey pudo haberlo matado en el acto, pues tal era el castigo para quienes violaban las leyes de la propiedad, pero se conmovió ante la juventud y la simpatía de Arturo y le ofreció la libertad, siempre y cuando, en el plazo de un año, hallara la respuesta a una pregunta difícil.
La pregunta era: ¿Qué quiere realmente la mujer?
Semejante pregunta dejaría perplejo hasta al hombre más sabio y al jóven Arturo le pareció imposible contestarla. Con todo, aquello era mejor que morir ahorcado, de modo que regresó a su reino y empezó a interrogar a la gente: a la princesa, a la reina, a las prostitutas, a los monjes, a los sabios y al bufón de la corte. En suma, a todos, pero nadie le pudo dar una respuesta convincente. Eso sí, todos le aconsejaron que consultara a la vieja bruja, pues sólo ella sabría la respuesta.
El precio sería alto, ya que la vieja bruja era famosa en todo el reino por el precio exorbitante que cobraba por sus servicios. Llegó el último día del año convenido y Arturo no tuvo más remedio que consultar a la hechicera. Ella accedió a darle una respuesta satisfactoria a condición de que primero aceptara el precio: Ella quería casarse con Gawain, el caballero más noble de la Mesa Redonda y el íntimo amigo de Arturo. El jóven Arturo la miro horrorizado: Era jorobada y feísima, tenia un solo diente, despedía un hedor que daba náuseas, hacía ruidos obscenos... Nunca se había topado con una criatura tan repugnante. Se acobardó ante la perspectiva de pedirle a su amigo de toda la vida que asumiera por él esa carga terrible. No obstante, al enterarse del pacto propuesto, Gawain afirmó que no era un sacrificio excesivo a cambio de la vida de su compañero y la preservación de la Mesa Redonda. Se anunció la boda y la vieja bruja, con su sabiduría infernal, dijo: Lo que realmente quiere la mujer es ¡ser la soberana de su propia vida!
Todos supieron al instante que la hechicera había dicho una gran verdad y que el jóven rey Arturo estaría a salvo. Así fue: Al oír la respuesta, el monarca vecino le devolvió la libertad. Pero menuda boda fue aquella: Asistió la corte en pleno y nadie se sintió más desgarrado entre el alivio y la angustia, que el propio Arturo. Gawain se mostró cortés, gentil y respetuoso. La vieja bruja hizo gala de sus peores modales, engulló la comida directamente del plato sin usar los cubiertos, emitió ruidos y olores espantosos. Llegó la noche de bodas: ¡Cuando Gawain, ya preparado para ir al lecho nupcial aguardaba a que su esposa se reuniera con él, ella apareció con el aspecto de la doncella más hermosa que un hombre desearía ver!
Gawain quedó estupefacto y le preguntó qué había sucedido. La jóven respondió que como había sido cortés con ella, la mitad del tiempo se presentaría con su aspecto horrible y la otra mitad con su aspecto atractivo.
¿Cuál prefería para el día y cuál para la noche? ¡Qué pregunta cruel...!
Gawain se apresuró a hacer cálculos. ¿Quería tener durante el día a una joven adorable para exhibirla ante sus amigos y por las noches en la privacidad de su alcoba a una bruja espantosa? ¿O prefería tener de día a una bruja y a una joven hermosa en los momentos íntimos de su vida conyugal?
¿Ustedes qué hubieran preferido... qué hubieran elegido?

La elección que hizo Gawain está más abajo, pero antes de leerla tomen su decisión...
El noble Gawain replicó que la dejaría elegir por sí misma. Al oír esto, ella le anunció que sería una hermosa dama de día y de noche, porque él la había respetado y le había permitido ser dueña de su vida.

¿Linda historia, no?
PERO AHORA VIENE LO MAS IMPORTANTE: ¿Cuál es la Moraleja?
LA MORALEJA ES QUE NO IMPORTA SI LA MUJER ES BONITA O FEA, EN EL FONDO SIEMPRE ES UNA BRUJA.

4.11.10

Enseñar a pensar

Sir Ernest Rutherford, presidente de la Sociedad Real Británica y Premio Nobel de Química en 1908, contaba la siguiente anécdota:

Hace algún tiempo, recibí la llamada de un colega. Estaba a punto de ponerle un cero a un estudiante por la respuesta que había dado en un problema de física, pese a que este afirmaba rotundamente que su respuesta era absolutamente acertada.
Profesores y estudiantes acordaron pedir arbitraje de alguien imparcial y fui elegido yo.
Leí la pregunta del examen y decía: Demuestre como es posible determinar la altura de un edificio con la ayuda de un barómetro.
El estudiante había respondido: Llevo el barómetro a la azotea del edificio y le ató una cuerda muy larga. Lo descuelgo hasta la base del edificio, marco y mido. La longitud de la cuerda es igual a la longitud del edificio.
Realmente, el estudiante había planteado un serio problema con la resolución del ejercicio, porque había respondido a la pregunta correcta y completamente.
Por otro lado, si se le concedía la máxima puntuación, podría alterar el promedio de su año de estudio, obtener una nota mas alta y así certificar su alto nivel en física; pero la respuesta no confirmaba que el estudiante tuviera ese nivel.
Sugerí que se le diera al alumno otra oportunidad. Le concedí seis minutos para que me respondiera la misma pregunta pero esta vez con la advertencia de que en la respuesta debía demostrar sus conocimientos de física.
Habían pasado cinco minutos y el estudiante no había escrito nada.
Le pregunté si deseaba marcharse, pero me contestó que tenía muchas respuestas al problema.
Su dificultad era elegir la mejor de todas. Me excusé por interrumpirle y le rogué que continuara.
En el minuto que le quedaba escribió la siguiente respuesta: Tomo el barómetro y lo lanzo al suelo desde la azotea del edificio, calculo el tiempo de caída con un cronometro. Después se aplica la formula altura = 0,5 por A por t^2. Y así obtenemos la altura del edificio.
En este punto le pregunté a mi colega si el estudiante se podía retirar. Le dió la nota mas alta.
Tras abandonar el despacho, me reencontré con el estudiante y le pedí que me contara sus otras respuestas a la pregunta: "Bueno," respondió, "hay muchas maneras, por ejemplo: tomas el barómetro en un día soleado y mides la altura del barómetro y la longitud de su sombra. Si medimos a continuación la longitud de la sombra del edificio y aplicamos una simple proporción, obtendremos también la altura del edificio."
Perfecto, le dije, ¿y de otra manera?
"Si," contestó, "éste es un procedimiento muy básico para medir la altura de un edificio, pero también sirve. En este método, tomas el barómetro y te sitúas en las escaleras del edificio en la planta baja. Según subes las escaleras, vas marcando la altura del barómetro y cuentas el número de marcas hasta la azotea. Multiplicas al final la altura del barómetro por el número de marcas que has hecho y ya tienes la altura. Este es un método muy directo. Por supuesto, si lo que quiere es un procedimiento mas sofisticado, puede atar el barómetro a una cuerda y moverlo como si fuera un péndulo. Si calculamos que cuando el barómetro está a la altura de la azotea la gravedad es cero y si tenemos en cuenta la medida de la aceleración de la gravedad al descender el barómetro en trayectoria circular al pasar por la perpendicular del edificio, de la diferencia de estos valores, y aplicando una sencilla fórmula trigonométrica, podríamos calcular, sin duda, la altura del edificio. En este mismo estilo de sistema, atas el barómetro a una cuerda y lo descuelgas desde la azotea a la calle. Usándolo como un péndulo puedes calcular la altura midiendo su período de precesión.
"En fin," concluyó, "existen otras muchas maneras. Probablemente, la mejor sea tomar el barómetro y golpear con él la puerta de la casa del portero. Cuando abra, decirle: 'Señor portero, aquí tengo un bonito barómetro. Si usted me dice la altura de este edificio, se lo regalo'."
En este momento de la conversación, le pregunté si no conocía la respuesta convencional al problema (la diferencia de presión marcada por un barómetro en dos lugares diferentes nos proporciona la diferencia de altura entre ambos lugares) evidentemente, dijo que la conocía, pero que durante sus estudios, sus profesores habían intentado enseñarle a pensar.
El estudiante se llamaba Niels Bohr, físico danés, premio Nobel de física en 1922, mas conocido por ser el primero en proponer el modelo de átomo con protones y neutrones y los electrones que lo rodeaban. Fue fundamentalmente un innovador de la teoría cuántica.
Al márgen del personaje, lo divertido y curioso de la anécdota, lo esencial de esta historia es que LE HABÍAN ENSEÑADO A PENSAR.

Por cierto, para los escépticos, esta historia es absolutamente verídica.

Aprendamos a pensar, hay mil soluciones para un mismo problema,
pero lo realmente interesante, lo auténticamente genial es elegir
la solución más práctica y rápida, de forma que podamos
acabar con el problema de raíz...
y dedicarnos a solucionar
OTROS problemas.